Editorial

Nuestros adolescentes en Guerra

Ayer, alrededor de las 7:00 de la mañana, cuando varias detonaciones de arma de fuego se escucharon en colonia El Paraíso Dos capitalina, nuevamente, la violencia homicida hizo de las suyas.

En esta ocasión, los proyectiles que arrebataron la vida a un hombre que se dedicaba a la venta callejera de atol fueron disparados por dos menores de edad, de 13 y 17 años, quienes se conducían a bordo de una motocicleta con reporte de robo y a quienes se les incautó dos pistolas automáticas, con las que habrían asesinado a la víctima que, de acuerdo con la versión de los bomberos, no fue identificada.

Uno de los capturados dijo a un medio de comunicación que no se arrepentía de haber cometido el crimen, pues el hoy fallecido era rival de la Mara Salvatrucha. Más allá del descarado cinismo que acompaña la confesión del hecho culposo, es necesario que las autoridades enfrenten el problema de las pandillas como lo que es, una guerra.

Esta guerra que es necesario afrontar y pelear para erradicar la violencia asesina que produce la rivalidad entre grupos delincuenciales, desde las raíces de la misma, y capturando a los responsables de sembrar la muerte y el terror en los corazones de los guatemaltecos, quienes anhelamos que impere la paz para poder salir del cruel subdesarrollo que impide nuestro crecimiento como país.

Es necesario, ahora, que las autoridades encargadas de resolver la situación de los menores detenidos por las autoridades apliquen la ley de manera rigurosa pero que, a la vez, no se les niegue la posibilidad de regenerarse, integrándose como miembros útiles de la sociedad, a quienes les han negado múltiples oportunidades y de la que son una consecuencia.

Para lograr vencer el fenómeno de la violencia juvenil, es necesario que se implementen más programas destinados a proteger efectivamente a nuestros jóvenes, ofreciéndoles una educación de calidad e igualdad de oportunidades para una juventud que merece un futuro mejor, que librar una guerra de la que todos los guatemaltecos somos en parte responsables, al permanecer callados ante la necesidad de solucionar de una vez por todas el caos que desata la violencia relacionada con las pandillas.

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